martes, 29 de enero de 2008

D.E.A.


Dulces estados alterados
desde las últimas tardes con frío
Hay muchos discos de almas acabadas
que hacen bandera de tus andares
Cuentan la vida que se merecen
Diminuta peana de crema y nata,
todas los regueros riman en mi sueño alucinado
Tus mismos gestos son salvajes aun sin coartada,
pequeños devastados por mis encuadres de plata
Dos piernas finas empujadas en pasos decimales,
vestigio vespertino de un pasillo de lino
El mismo pasaje que te anuncia
me dice adiós sin prometidas
Será ese el confín de mi descanso
o el señuelo loco de tu apeadero

La perla desencantada.


Fantasías nada más es lo que la ladrona de sueños desgranaba ante los ojos absortos del guerrero lormyriano que yacía en el suelo. La sangre manaba lenta, auspiciando unos suspiros mecidos en un último esfuerzo de conciencia. Paseaba en círculos frente al cuerpo inmóvil, teatralizando sus gestos hasta el paroxismo, sobreactuando no por voluntad sino por miedo a que se perdieran alguna de sus palabras y señas.

Hacía años que, tras una profunda y también severa reflexión sobre sí misma, había decidido compartir un pedazo de sus viajes con los moribundos. Lo recordaba todo y el único trabajo radicaba en la selección del fragmento. Un trozo de cristal arrojado sobre los ojos de un último deseo ardía en el interior de su cabeza hasta que lo compartía con alguien. Le daba la vida y se la quitaba poco a poco pues las reglas que regían las artes y procedimientos de su oficio eran muy rígidas y no permitían transmitirse sino era tras un riguroso ejercicio de examen del potencial “recipiente”. Hablaba acuciada por la poca vida que quedaba en ese hombre, atropellando sus palabras nerviosa, dando saltos y haciendo aspavientos con muy poca esperanza de poder terminar el relato.

Debía irse sabiendo algo más: era muy poco lo que pudo ver, sólo un fragmento imperceptible en una línea al margen de las Crónicas. Ni un suspiro. Melniboné fue una pequeña cicatriz en la historia de los Reinos Jóvenes y los Reinos Jóvenes eran una gota en el verdadero Mundo. Cuando los Señores de la Isla del Dragón rigieron sus destinos pudieron cambiar un millón de vidas pero irremediablemente, fue un dominio efímero. Ahora que aquél viajero pesaroso había desaparecido de su vida tenía la sensación de que quizás no había perdido tanto. Comprendía sus razones pero no sus actos.

La barbarie desatada del albino no encontraba acomodo en sus sueños y no le permitía descansar. Una últimas palabras sobre una perla que no existía más allá de un sueño y la vida del guerrero se consumió por completo. El sueño de alguien que no esperaba nada y lo tuvo todo fue su regalo. Fantasías nada más para un hombre que no lo merecía. Como Elric, de quién empezaba a dudar de su fatalidad pues labraba su futuro a golpe de espada, reflexionando sobre aquello sobre lo que no cabía justificación.