jueves, 6 de diciembre de 2007

Cálida Fornax.

Tengo un oscuro sentimiento de pertenencia que soy incapaz de explicar. Desde las tumbonas del nido familiar me paseo con cierta condescendencia por las ultimas hemorragias de naturaleza romántica. Siento un profundo odio por el rock and roll y por todo lo que sugiere o representa. Sin embargo, deseo temerosamente, que “ese alguien” me enseñe cómo de equivocada estaba. No puedo retener esta caricia salvaje que nace en mi corazón y que desborda y confunde a la gente que me rodea. Las luces de las tiendas de ropa, los sitios nuevos, los cines casi como hospitales, los apartamentos donde puedes quedarte a dormir, ... Son lugares tan sagrados en su fría y verdadera formalidad, que no puedo dejar de visitarlos. Van conmigo, ¿sabes? Hay algo cruel en todo eso pero no voy a pedir disculpas. Una falta de consideración con los demás. Un creer que lo tengo todo por miedo a equivocarme. Un morboso intento de menosprecio.

Hay un chico que me evita empecinadamente ante mis propios ojos. En una cafetería o comiendo, me evita aparatosamente, marchándose siempre, delante de mi. Sin saludar. Me llama tanto la atención que no sabría decirte. No sé si tiene que ver con ese “sentimiento”. Supongo que lo conozco de antes. Estuvo conmigo en una celebración o algún curso. Me lo presentaron hace cinco o diez años en una cena al filo de la conciencia de clase. No sé si me explico. Es inmune a esa “caricia salvaje”, a ese veneno irresistible que prensa mis creencias y antecedentes. Él era ayer lo que se supone que es hoy. Que impotencia siento, sabiendo que será mañana. Eso es el resultado. Cuando me despierto, y tras una perecedera chispa de libertad, muto en la causa de tanto estropicio.

Tengo tanto miedo de no tener plan para mañana, que por eso hablo de una forma tan atropellada. Quiero parecer la persona más normal del mundo en dos segundos. Y si en dos segundos suelto más de quince palabras, pareceré una chica que tiene miedo de no tener plan para mañana. Y si me miras ansioso o con una duda, vas a perder tu tren conmigo. Dime si eso es ser mala. Seguramente, si lo piensas así es que no has oído todo lo que te he dicho. Ahí estamos, volátil y voluntariosamente catastrófica. Adorable y llena de curvas. Cercano objeto de deseo y vida. Fanática de un estado de gracia que no puedo tolerar. Tan suave e inofensiva como tus palabras. Quién pudiera comprender lo que sucede dentro de mi cabecita. Voy a necesitar a Ben Lee, Joe Purdy, Stephen Kellogg o Josh Ritter para que me digan lo guapa que estoy hoy. O no. O me lo vas a decir tú.

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